Texto por Constanza Jorquera e ilustración por Hello Mabel.
En el desarrollo de nuestro Club de Té hemos enfatizado bastante en las ideas de red de apoyo y espacio seguro entre mujeres. Si bien ambas pueden ser más concretas o nebulosas dependiendo del contexto, frente a los sucesos ocurridos en nuestro país en los últimos días hacen que tomen mucho más sentido y claridad.
Gracias al uso de redes sociales hemos podido ver de forma transversal diversas formas de organización en red para manifestarnos y darnos apoyo mutuo en todo ámbito. Por otro lado, pareciera ser que el “espacio seguro” se reduce cada vez más a nuestros hogares, pero también hemos reflexionado y recuperado, entre tanta rabia, miedo y pena, la solidaridad de barrio, con la comunidad, tomando consciencia de que si estamos unides podremos lograr nuestros objetivos.
De allí que, además de publicar en nuestras redes sociales, quisimos escribir este post colaborativo para expresar nuestras ideas y enfatizar en ciertos puntos claves.
¡No estamos en guerra!
En la noche del domingo 20 de octubre, el Presidente Sebastián Piñera se refirió ante los medios de comunicación sobre las manifestaciones ciudadanas y los episodios de violencia declarando “estamos en guerra contra un enemigo poderoso, que está dispuesto a usar la violencia sin ningún límite”.
Inmediatamente, la sociedad civil se manifestó enérgicamente en contra de este “diagnóstico”. ¿Cómo podemos estar en guerra? ¿Quién sería este enemigo peligroso?
De acuerdo al último Libro de la Defensa Nacional publicado en 2017, las finalidades del Estado de Chile relativas a la Seguridad y Defensa nacional se encuentran en nuestra Constitución Política.
Artículo 1° (inciso 5°):
Es deber del Estado resguardar la seguridad nacional, dar protección a la población y a la familia, propender al fortalecimiento de ésta, promover la integración armónica de todos los sectores de la Nación y asegurar el derecho de las personas a participar con igualdad de oportunidades en la vida nacional.
Artículo 101:
Las Fuerzas Armadas y Carabineros, como cuerpos armados, son esencialmente obedientes y no deliberantes. Las fuerzas dependientes de los ministerios encargados de la Defensa Nacional y de la Seguridad Pública son, además, profesionales, jerarquizadas y disciplinadas.
Si bien la presencia de personal militar y policial en las calles y las diversas medidas implementadas se sustentan en estos artículos, la contradicción recae en que hoy las personas no pueden participar con igualdad de oportunidades en la vida nacional, lo cual se manifiesta en varios elementos, como por ejemplo, desplazarse normalmente, acceder a servicios públicos, hacer uso de los espacios públicos, acceder a bienes de consumo, derecho a expresarse, reunirse y manifestarse.
“Pero estamos en situación especial, en estado de excepción”. Esta frase puede justificar muchas cosas y sí, pero ello se relaciona con el otro artículo, porque la obediencia de las fuerzas armadas y seguridad pública recae en sus mandos superiores que se relacionan a los tomadores de decisiones. En una democracia como la nuestra, esa responsabilidad de tomar decisiones está directamente relacionada con la voluntad política, y en un sistema hiper super mega presidencialista como el chileno, corresponde finalmente al Presidente de la República.
¿Qué es el estado de excepción constitucional y cuáles son sus implicancias?
El estado de excepción constitucional implica que los derechos y garantías que asegura la constitución pueden verse afectados bajo circunstancias específicas, como: guerra externa o interna, conmoción interior, emergencia y calamidad pública.
Según la Constitución Política de la República, los estados de excepción constitucional corresponden al estado de asamblea (guerra externa), estado de sitio (guerra interior), el estado de catástrofe (calamidad pública) y emergencia (grave alteración al orden público o grave daño para la seguridad de la nación).
Sobre el estado de emergencia
Como se señaló en el párrafo anterior, el estado de emergencia puede ser declarado por un plazo de 15 días (prorrogable) en casos de grave alteración al orden público o grave daño a la seguridad de la nación. Es facultad exclusiva del Presidente declararlo, quien no requiere de la aprobación del Congreso, sin embargo, para prorrogarlo requerirá siempre la aprobación de éste.
Los derechos que pueden verse restringidos en estado de emergencia son exclusivamente la libertad de locomoción y reunión. No se ve afectado tu derecho a la vida, integridad fisica y psiquica, la inviolabilidad del hogar, entre otros.
¿Por qué pueden salir militares a la calle?
Las fuerzas armadas pueden hacerse cargo porque, una vez declarado el estado de emergencia, las zonas quedan bajo la dependencia del Jefe de la Defensa Nacional (designado por el Presidente).
Se ha criticado al accionar del presidente por tener falta de liderazgo político, no responder como se esperaría a tiempo, lo que hubiese evitado este estado de crisis, dejar todo en manos de las fuerzas armadas. Sí, todo eso es correcto, pero ha sido SU voluntad política actuar de esta forma y es por eso que muchas personas están pidiendo su renuncia a través de redes sociales.
El Estado tiene la obligación de generar condiciones de seguridad para cumplir con sus finalidades, tanto la de promover el bien común como la de proteger a la población y la de servir a la persona humana, materializando del modo más completo sus derechos esenciales.
Libro de la Defensa Nacional de Chile (2017), pp. 32.
¿Nos sentimos más segurxs en la actualidad? ¿El Estado está garantizando las condiciones de seguridad necesarias?
Nuestra generación nació y creció en democracia, donde los derechos civiles y políticos están garantizados, de modo que ver a militares y equipamiento propio de la defensa nacional nos hace sentir lo contrario que justifican los tomadores de decisiones: nos sentimos más insegurxs y violentadxs respecto al ejercicio de estos derechos. Sentimos miedo, no hacia las demás personas como nosotrxs, sino hacia las fuerzas armadas y de seguridad pública, porque hemos escuchado los testimonios de nuestras familias, leído informes y publicaciones, y visto videos sobre las violaciones a los derechos humanos hacia su propio pueblo.
Sabemos que si el presidente declara una guerra en estos momentos, no será contra otros actores estatales como se entiende la guerra clásica interestatal, sino que ese “enemigo poderoso”, el beligerante, es toda la ciudadanía.
Este tipo de frases no son nuevas y en plena dictadura, Augusto Pinochet dijo las recordadas “¡estamos en guerra, señores!” y “la resistencia marxista no ha terminado, aún quedan extremistas. Yo debo manifestar que Chile está en este momento en estado de guerra interna”.
La dictadura en Chile se entiende en el marco de otras dictaduras en América Latina durante la segunda mitad de la Guerra Fría, donde la guerra contrasubversiva contra el llamado “enemigo interno” era el objetivo fundamental.
Pinochet y las Fuerzas Armadas asumieron todo el arsenal conceptual y práctico de la guerra contrasubversiva y declararon a Chile en guerra interna y externa, pues las condenas de las Naciones Unidas a partir de 1974 unificaron a estas fuerzas y sus partidarios, buscando formar un solo frente a la guerra, personificado en el general Pinochet […]
Consistente con esta perspectiva, la declaración de guerra excedía el punto de vista más “militar” y evidente, extendiéndose a otros frentes de combate más bien psicosociales, toda vez que se aspiraba no solo a la derrota política, sino ideológica del marxismo, inmediatamente después de conseguida la militar.
Victoria Valdivia. ¡ESTAMOS EN GUERRA, SEÑORES!”. EL RÉGIMEN MILITAR DE PINOCHET Y EL “PUEBLO”, 1973-1980. HISTORIA No 43, vol. I, enero-junio 2010: 163-201
¿Dimensiona el presidente Piñera el alcance de sus palabras al declarar que estamos en guerra? Pese a los episodios de violencia en los últimos días en algunos focos de manifestaciones, saqueos y destrucción de edificios e instalaciones de acceso público, como las estaciones del metro quemadas, las manifestaciones han tenido un tono pacífico desde sus inicios y bajo ningún punto podemos establecer que nos encontramos en un estado de guerra.
Las implicancias de esta declaración son graves, puesto que de acuerdo a la función Defensa, el Presidente de la República tiene las siguientes atribuciones especiales:
Asumir, en caso de guerra, la Jefatura Suprema de las Fuerzas Armadas.
Declarar la guerra, previa autorización por ley, debiendo dejar constancia de haber oído al Consejo de Seguridad Nacional.
Declarar, con la concurrencia de otros órganos del Estado, los Estados de Excepción Constitucional de Asamblea y de Sitio.
Libro de la Defensa Nacional de Chile (2017), pp. 107.
La guerra es parte del ámbito de la Defensa Nacional, no de la seguridad pública, puesto que se refiere al enfrentamiento entre dos actores, usualmente dos Estados con intereses y objetivos contrapuestos, utilizando altos grados de violencia para prevalecer frente al otro, pero de forma más concreta, triunfar y destruir a dicho actor beligerante que se considera enemigo y que amenaza contra los intereses nacionales.
A diferencia del periodo de dictadura cívico-militar en Chile, tenemos mayor acceso a medios de comunicación internacionales y alternativos, así como plataformas digitales como redes sociales, gracias a la masificación de internet.
Por eso es importante que como ciudadanía podamos mantenernos informadxs y compartir nueva información responsablemente, frente al tratamiento altamente cuestionable de los medios de comunicación formales por los cuales nos deberíamos informar, entiéndase canales de televisión, radios y periódicos de circulación nacional.
Para que una declaración de guerra sea efectiva y esta “comience”, requiere la respuesta de la contraparte, ese actor indicado como enemigo. Como ciudadanía nos oponemos firmemente a vivir bajo la concepción del presidente de una guerra, puesto que si hablamos de conflicto social, éste responde a demandas legítimas por parte de la sociedad civil frente a la precarización de la vida y aquellas problemáticas sistémicas que se complejizan cada vez más. No queremos vivir en guerra, nadie está a favor de la violencia, porque somos nosotrxs quienes la sufrimos, exigimos soluciones concretas y estamos unidxs para ello. Si un enemigo existe, no lo vemos entre lxs ciudadanxs.
Queremos dignidad
Desde principios de la década de 1980, se levantó un movimiento social, en su mayoría conformado por familiares y víctimas de violaciones a los derechos humanos, pobladorxs de los sectores populares afectadxs por los efectos de la crisis económica y ex exiliadxs, dirigentes políticos, intelectuales y activistas que formarían la oposición política con el objetivo de recuperar la democracia, lo cual se volvió una realidad en marzo de 1990 tras el triunfo del “No” en el plebiscito de octubre de 1988. Sin embargo, la sociedad civil sufrió una desmovilización inducida por el Estado poco después de la instalación del nuevo gobierno democrático, que tuvo su reactivación en las movilizaciones estudiantes de 2006 (conocida como la Revolución Pingüina) y 2011. Es decir, fueron lxs estudiantes quienes se levantaron para exigir cambios estructurales en nuestro país.
Nuevamente, las manifestaciones ciudadanas empezaron hace unos días por iniciativa de estudiantes secundarixs por el alza en $30 de la tarifa del pasaje del Metro de Santiago, iniciando evasiones colectivas en varias estaciones de metro, que se hicieron masivas con el correr de los días y organizadas a través de redes sociales. La represión excesiva por parte de Carabineros de Chile generó un sentimiento que se le ha llamado “el despertar”, pues el alza de la tarifa del metro capitalino fue el catalizador de un descontento generalizado que lleva años extendiéndose entre la sociedad.
El perfil de este levantamiento ciudadano es que se organiza y moviliza en la búsqueda de objetivos materiales (por ejemplo, aumento en los salarios y pensiones, reducción de las horas de la jornada laboral, mejoramiento de la infraestructura, insumos y atención en el sistema de salud público, no más sistema de AFP) como no materiales, principalmente la dignidad, los cuales se consideran injustamente negados por el Estado.
Vivimos en un país con desigualdades insostenibles que afectan directamente a la convivencia democrática, pues se materializan en violencia y abusos contra la dignidad de las personas.
Las desigualdades sociales se definen como las diferencias en dimensiones de la vida social que implican ventajas para unos y desventajas para otros, que se representan como condiciones estructurantes de la vida, y que se perciben como injustas en sus orígenes o moralmente ofensivas en sus consecuencias, o ambas.
PNUD (2017). Desiguales. Orígenes, cambios y desafíos de la brecha social en Chile, pp. 18.
Los elementos claves de la desigualdad en Chile son la concentración de ingreso y riqueza en el 1% de la población más rica, salarios bajos e inseguridad laboral (donde la brecha de género destaca como relevante), inseguridad económica estratificada por nivel socioeconómico. Todo esto provoca que la gran mayoría de la ciudadanía no disponga de los medios de vida básicos para subsistir y, conforme aumentan los precios de los servicios básicos, como el transporte público y la alimentación, la situación empeora. Ello, sin considerar los graves efectos en la calidad de vida, salud mental, esparcimiento, convivencia y vida socio-familiar, debido a la percepción de inseguridad creciente en las personas.
Chile es un país clasista. El machismo y el clasismo gatillan todo tipo de experiencias de menoscabo y discriminación […] Se puede hablar con propiedad de que en Chile se evidencia una fuerte “desigualdad del trato social”.
PNUD (2017). Desiguales. Orígenes, cambios y desafíos de la brecha social en Chile, pp. 27.
Antes los erosionados espacios de participación ciudadana producto de los efectos de la desigualdad sistémica en Chile, los cacerolazos, marchas, evasiones masivas son formas de protesta legítimas y pacíficas para visibilizar nuestro descontento, cansancio y desesperación.
Es lamentable constatar que la gobernabilidad democrática no es tan sólida como pensábamos, pues al masificarse las manifestaciones, en vez de obtener espacios de deliberación pública, medios institucionales de diálogo y políticas que respondan a las graves problemáticas que vivimos a diario, el gobierno del Presidente Sebastián Piñera declaró estado de excepción constitucional el viernes por la noche en la Región Metropolitana, que rápidamente se extendió hacia otras regiones del país, la aparición en escena de el general de División del Ejército, Javier Iturriaga, toque de queda que ya va en su cuarto día consecutivo y violencia hacia la población por parte de personal militar y policial, resultante en la muerte de civiles.
La reciente racha de desastres se han traducido en beneficios tan espectaculares que mucha gente en todo el mundo ha llegado a la misma conclusión: los ricos y los poderosos causan deliberadamente las catástrofes con el fin de explotarlas.
Naomi Klein (2007). La Doctrina del Shock. El Auge del Capitalismo del Desastre
Nunca hubiésemos imaginado de nuestras vidas cotidianas cambiarían de un día para otro en algo que pudiésemos leer en libros como 1984 de George Orwell, Fahrenheit 451 de Ray Bradbury y The Handmaid’s Tale de Margaret Atwood (con serie incluida) y películas como V for Vendetta.
Fue entonces cuando suspendieron la Constitución. Dijeron que sería temporal. Ni siquiera hubo disturbios en las calles. La gente se quedaba en casa por la noche, miraba televisión, buscaba alguna dirección. Ni siquiera había un enemigo al que pudieras apuntar.
Margaret Atwood, The Handmaid’s Tale
Nunca pensamos que las noches no tuvieran vida, con un silencio desolador interrumpido por balazos, militares gritando por megáfono que las personas deben entrar a sus casas por el toque de queda y que de ser sorprendidas en la calle serán detenidas, los helicópteros que hacen vibrar las ventanas, ver en redes sociales videos de personas golpeadas, detenidas, desangrándose, fotos de personas cuyo paradero se desconoce, filas en todas partes, los gritos de miedo de lxs vecinxs, familias volviendo a sentir todo ese trauma de 17 años de dictadura.
¿Por qué? Por exigir una vida digna, por manifestarnos como se supone que la “alegría” y “los tiempos mejores” nos entregarían en la copia feliz del edén y oasis de Latinoamérica llamado Chile.
Activismo y movilización social
Los movimientos sociales son cada vez más reconocidos como características significativas de la política mundial contemporánea. Todas las protestas y movimientos sociales que vemos en el mundo actual comparten su base en procesos sostenidos y se impulsan por el descontento sobre el funcionamiento de las instituciones, las políticas, identidades y normas.
Los enfoques más críticos comparten en destacar el poder de los movimientos sociales para contrarrestar el carácter tecnocrático, economicista y dominante de la globalización de tipo neoliberal.
En toda América Latina estamos presenciando una creciente fuerza y proliferación de movimientos sociales con demandas similares a las nuestras, pero también en otras partes del mundo como España, Francia, Hong Kong y Líbano. Tras tres décadas de “re-democratización” en toda nuestra región existe un descontento generalizado por el desempeño de los gobiernos para alcanzar el desarrollo de los países por medio de garantizar mejores condiciones de vida, más igualdad, equidad y mecanismos democráticos.
Lo importante es que el poder de agencia de los movimientos sociales va más allá de las fronteras estatales y como sociedad civil global estamos problematizando nuestra realidad y exigiendo avanzar en normas específicas sobre derechos humanos, desarrollo sostenible y justicia climática, seguridad humana, alivio de la pobreza, desigualdades y muchos otros temas importantes. Actualmente, los movimientos sociales actuales se organizan en red/enjambre (utilizando las redes sociales), sin líderes y promueven solidaridades alternativas basadas en lo comunitario y lo local.
Somos más que átomos, separados y asustados por la televisión y la desconfianza mutua, escondidos en las celdas de nuestras casas y iPhones, desahogando la ira y el resentimiento hacia nosotros mismos y los demás. No queremos vivir en un mundo donde todos estén a la venta y nada sea para el bien público. Despreciamos este enfoque cínico y estamos listos para contraatacar. Más que eso, no solo estamos resistiendo, somos proactivos. Vivimos de acuerdo con nuestros valores en este momento.
Nadya Tolokonnikova (2018). El Libro Pussy Riot. De la alegría subversiva a la acción directa.
Desde las primeras evasiones de les estudiantes secundarixs hasta ahora, la ciudadanía no ha bajado los brazos y nos movilizamos cada día por diversos mecanismos y plataformas. Pese al toque de queda, no dejamos de golpear las ollas, sartenes o lo que tengamos a mano, interpelamos a periodistas en sus transmisiones en vivo, vamos a los canales de televisión abierta a exigir que no nos sigan mintiendo, compartimos cualquier tipo de contenido que sirva para informar y denunciar lo que los medios de comunicación no están mostrando, profesionales de diversas áreas ofrecen su ayuda a quienes lo necesiten, otras personas abren las puertas de sus hogares para quienes no pueden regresar a los suyos por el toque de queda.
No han logrado callarnos y no nos callarán más.
En este sentido, todo lo horrible que está pasando nos ha hecho reflexionar sobre la importancia de la solidaridad y la unidad, no en forma en que nos han vendido desde las elites, sino que a nivel comunitario y local, apoyándonos mutuamente a nivel material, social y emocional para seguir resistiendo cuando el miedo y la incertidumbre nos invade.
Otro frente importante del activismo político es el arte. Históricamente, el arte ha sido un mecanismo para desafiar las relaciones de poder y su objetivo es impactar a las personas, es una práctica dinámica cuyo poder creativo nos ofrece una perspectiva específica y nos permite hacer una reflexión crítica sobre lo que está ocurriendo y nos ayuda a conectarnos con emociones e ideas significativas que movilizan la acción política para lograr el cambio social.
Las personas comparten contenido que les mueve y las imagenes han tenido un gran impacto para visibilizar lo que está pasando en nuestro país. Este contenido está a disposición de todas las personas, especialmente para aquellas que están marginadas de las esferas formales de la política. Si bien las marchas, manifestaciones y protestas son demasiado importantes en estos momentos, no tendrán un impacto duradero a menos que los problemas resuenen en la agenda pública y se materialicen en cambios concretos. La cultura es el material base del activismo artístico.
El activismo artístico se basa en la cultura, para crear cultura, para impactar la cultura.
Algunas reflexiones para promover el debate (quedan muchas, pero compartimos tres):
¿Es ilegal que las fuerzas armadas se encarguen del orden público en estado de emergencia? No, pero las violaciones a los derechos humanos sí.
¿Por qué el Presidente de la República tiene tantas atribuciones? Somos un país hiperpresidencialista.
¿Que podríamos hacer? Un mayor control entre los poderes del Estado, acusaciones constitucionales a actores clave como Ministrxs y el mismo Presidente, un nuevo pacto social entre todos los sectores, diseñar e implementar reformas urgentes, todo lo cual debe dar paso a una nueva Constitución legítima y democrática con participación real de la ciudadanía.
Toda la bibliografía citada se encuentra en la Carpeta de Mujeres Autoras del Club de Té, a excepción del Libro de la Defensa Nacional (2017), pues no cumple con el perfil de nuestra carpeta.