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Priscilla: una niña atrapada en una casa de muñecas

La última película de Sofia Coppola se suma a su universo cinematográfico sobre la niñez, el autodescubrimiento y la búsqueda de una misma..

Reseña por Constanza Jorquera.

¿Por qué vemos películas sobre mujeres, creadas por mujeres? ¿Existe un cine (propio) de mujeres?
La filmografía de Sofia Coppola aborda la niñez y la experiencia femenina a través de la tensión entre la autonomía y la restricción de la condición de niña. Mediada por la estética cinematográfica onírica y melancólica, la película biográfica, que sigue la vida de Priscilla Presley, basada en sus memorias “Elvis and Me” de 1985, nos introduce a la vida de una joven Priscilla de catorce años que se encuentra junto a sus padres en Alemania en un complejo militar, donde conoce al ídolo del rock Elvis Presley, que no sólo es muy famoso y cautivador, sino que es más de diez años mayor que ella.
Él se siente atraído a ella por su inocencia y porque le recuerda a su hogar y ella siente que puede salvarlo de su nostalgia y las presiones del estrellato, estableciendo una dinámica de poder reforzada por las adicciones, las fiestas, los excesos y la fama. “Cilla” se siente deseada, descubre un mundo nuevo al que cree que pertenece y se siente afortunada por ser la futura esposa del “Rey”, a quien vemos en la escena sólo a través de los ojos de Priscilla, nunca en un primer plano, envuelto la idealización del sueño adolescente y el choque con la realidad conforme se va convirtiendo en adulta. Debe asumir la soledad, el aislamiento, la monotonía y ser moldeada en la mujer que él quiere que sea, sin voz ni voluntad, siempre disponible, fetichizada en su inocencia infantil y sometida a cada vez mayor control y abuso enmascarados de cuidado y la fantasía.
La moda toma un rol central en la historia. Vemos como va cambiando su vestuario, desde los colores pasteles, los moños y flequillo, convirtiéndose en el arquetipo de belleza que ella desea, con un fuerte delineador, pestañas postizas y un pelo oscuro y enorme, que la convirtieron en lo que la cultura pop reconoce como propio de Priscilla. Cuando su relación se vuelve cada vez más distante luego de convertirse en madre y deja la jaula dorada de Graceland, su apariencia se vuelve más suave, recupera el color natural de su cabello, su ropa tiene que colores y estampados que Elvis detestaba y poco a poco recupera la autonomía de su sexualidad que él reprimió por años diciendo “tenemos que controlar nuestros deseos” mientras la engañaba constantemente.
Elvis deja de ser su existencia entera y se descubre a si misma, sus intereses, hace nuevos amigos y la vemos conducir un auto por primera vez cuando decide dejar atrás esa vida y a esa Priscilla que por años fue un accesorio, una muñeca para jugar cuando era conveniente y una idea de lo que el amor significaba.
Priscilla es la película que cierra "Sofia Coppola Archive: 1999-2023", su enorme libro rosado de dos kilos que recopila su proceso creativo, registros y los artefactos que dieron vida a sus películas. Tenerlo fue un sueño hecho realidad y, debido a su delicadeza, no me atrevía a tocarlo mucho, aunque en estos días de creación de contenido para nuestras redes sociales como forma de compartir nuestro nuevo ciclo del proyecto Sorité Film Society me hizo cargarlo a todas partes, explorarlo y hacerlo propio.
La idea de archivo me parece fascinante, porque nos permite ver cómo una persona ve el mundo a través de sus objetos y registros. Lo que nos parece valioso para guardar, atesorar y capturar puede no serlo para alguien más y es un testimonio tan único, pero al mismo tiempo colectivo, pues refleja una época (o varias) y resuena con otras personas que se lo apropian desde sus propias experiencias de vida.
En este libro y en el esfuerzo por visibilizar la obra y las vidas de las mujeres como eje del Club de Té, vemos la urgencia, la necesidad y el homenaje desde lo humano, sin los grandes museos, monumentos y celebraciones de las cuales los hombres han sido históricamente protagonistas.
En las historias de Sofia Coppola, vemos niñas que están en tránsito para convertirse en adultas y eso no tiene nada de rimbombante ni heroico. Puede a veces ser trágico o tan mundano que, de pronto, te das cuenta que la niñez se ha ido, aunque algo de ella vive en ti.
Muchas llegamos al cine de Sofia en ese proceso y, en mi caso, me siento generacionalmente afortunada de haber crecido con sus películas y ser adulta con ellas. En ese sentido, este libro y el ejercicio de ver sus películas también es un archivo en construcción de mi propia vida.
Es inevitable querer trasladarse a sus historias, protagonizarlas y verse como esas protagonistas en un ensueño de colores pasteles, pequeños objetos y la mejor banda sonora que podrías imaginar. Pero, quitándoles eso, hay realidad y crudeza. No aspira a la grandiosidad que a menudo buscamos en el cine, tal vez sea hasta aburrido, pero abraza precisamente a esa niña que sólo quería ser ella misma y a esa mujer que quiere verse en representada.