Texto por Constanza Jorquera e ilustración por Commbinni
Cuando tuve la idea de hacer una convocatoria en mi cuenta de Instagram para una junta de té de mujeres estaba muy emocionada, pero también sentía temor. ¿Cómo iba a reunirme con gente que no conocía?
Lo primero que pensé fue en no revelar el nombre y dirección del café hasta el mismo día, contactando a cada una de las personas que me habían escrito. Me di cuenta de que no tenía miedo a otras mujeres, sino que a un hombre, que pudiera ir y acosarnos, pues desde pequeñas se pone la responsabilidad de la seguridad directamente en nosotras.
Pasó el tiempo, las juntas de té, los picnics y luego se sumaron los talleres y reuniones del Club de Lectura. El secretismo de los lugares se mantuvo y se ha mantenido hasta hoy. Esto coincidió con la marcha del Día Internacional de la Mujer Trabajadora y Huelga Feminista del 8 de marzo, donde la idea del separatismo y el espacio seguro empezó a tomar más fuerza.
Cada vez me incomodaba más recibir comentarios (no muchos, tampoco) de hombres que me preguntaban por qué no podían asistir y cuándo podrían hacerlo, mujeres preguntándome si podían llevar a sus parejas hombres. No podía entender cómo ciertas personas no comprendían el significado de un espacio seguro, sus fuertes implicancias y la importancia del respeto mutuo.
"Girls to the front!" fue una de las frases más icónicas de la artista y activista punk feminista (precursora del movimiento Riot Grrrl y una de las mujeres más importantes de la 3º Ola Feminista) Kathleen Hanna, en la cual ordenaba a los hombres que asistían a sus conciertos que dejaran las primeras filas e invitando a las mujeres a estar frente al escenario, no solo para disfrutar mejor sus conciertos, sino que para motivarlas a participar y salvaguardar su integridad física. Pueden leer más sobre ella aquí.
Quizás, para muches de nosotres es un concepto auto explicativo, que no requiere mucho detalle ni aclaraciones, pero luego me percaté de que sí existen personas que nunca lo han escuchado y no tienen por qué saber al respecto. Es por eso que me animé a escribir este post y les invito a buscar y leer más artículos y reflexiones, sin duda muchísimo mejores que lo que intento escribir aquí, sobre el tema.
Buscando más información sobre espacios seguros feministas, encontré bastante autocrítica y reflexiones interesantes, respecto a que si estos espacios proveen las condiciones adecuadas para que las mujeres quieran participar, donde se valoren las opiniones de todas, sin imponer ciertas visiones sobre otras (lo que se da mucho en espacios de militancia). Se trata de tener un espacio centrado en las mujeres que permite iniciar conversaciones íntimas e importantes que de otro modo no ocurrirían.
Es importante pensar sobre esto y buscar mecanismos para mejorar, porque sí van a existir conflictos y sí seguimos con una especie de chip implantado en la cabeza que nos dice que las mujeres a nuestro alrededor son nuestra competencia, que no es “suficientemente feminista”, que debemos atomizarnos con quienes piensan igual que nosotras sin abrirnos a nuevas perspectivas. Y sí, es muy complejo, porque estamos llenas de contradicciones, estamos rompiendo y tratando de armar, lo cual es súper difícil y desafiante.
Un espacio seguro es libertad.
En nuestra cuenta de Instagram, preguntamos en las historias qué significaba un espacio seguro para las amigas que nos siguen y lo que más se repetía fue lo siguiente:
Un espacio seguro es donde se pueda hablar sin ser miedo a ser juzgada.
Un espacio donde no me agredan.
Un lugar donde se da ayuda y contención sin preguntar por qué, donde se puede decir lo que sucede sin recibir recriminación, donde se puede recibir recibir un consejo y buena onda.
Un lugar donde podemos compartir ideas con respeto para conversarlas sin prejuicios.
Un lugar donde sintamos seguridad física y emocional, libre de juicios y prejuicios.
Se repetían palabras como seguridad, libertad, prejuicios, porque durante toda nuestra vida nos hemos enfrentado a ese estado estructural de las cosas donde no se nos garantiza ser libres de hacer y decir lo que queramos, sentirnos seguras en cualquier lugar a cualquier hora, donde cada vez que abrimos la boca para decir algo, aparece (usualmente, un hombre) a explicarnos por qué estamos equivocadas, a intentar enseñarnos lo correcto o simplemente callarnos. No podemos ser libres si vivimos con estas estructuras que nos condicionan, pero si al menos por unas horas defendemos y hacemos crecer nuestros espacios seguros, es un gran avance.
Un espacio seguro es resistencia.
Estamos tan acostumbradas a esta violencia multidimensional que necesitamos espacios seguros, pues la cultura de la violación y las practicas sexistas inhiben expresarnos, nuestra propia movilidad y nos mantiene alejadas de los espacios públicos. Es una forma de auto cuidado y activismo político (sí, porque este tipo de decisiones y prácticas sí son políticas, al estar cuestionando y articulando relaciones de poder), que acoge todas las identidades y promueve la expresión abierta sin reacción violenta, abordando directamente nuestras necesidades específicas, que a menudo pasan desapercibidas en la vida cotidiana, nos permite hablar y actuar libremente, generar una fuerza colectiva y estrategias de resistencia.
[Los espacios libres] son entornos a pequeña escala dentro de una comunidad o movimiento que se eliminan del control directo de los grupos dominantes, se participan voluntariamente y generan el desafío cultural que precede o acompaña a la movilización política.
Francesca Polleta, 1999 (Traducción propia).
En el fanzine Nº2 llamado Girl Gang Edition, aparece en una de sus páginas que es muy importante la creación de vínculos de lealtad y confidencialidad cuando estamos en una reunión de mujeres. Es parte de la idea de espacio seguro poder expresarse y que todo quede contenido en esa dinámica de confianza, que todo lo que ocurra allí sea nuestro y no se ventile con otras personas.
Los espacios seguros son fundamentales para el descubrimiento, crecimiento y desarrollo personal a través de experiencias comunitarias y solidarias en un mundo cada vez más incierto y desconcertante.
Un espacio seguro no significa que todas las que participamos en él debemos estar de acuerdo en todo, pues la riqueza de una conversación se encuentra en el debate, la retroalimentación y el aprendizaje, más bien apunta a tomar consciencia de lo que se está generando y comprometernos con un proyecto común. Tampoco signfica que, en la victimización, nos escondamos en esferas privadas para pasar desaparecibidas, sin hacer ruido en el mundo patriarcal, estar encerradas para estar protegidas.
Los espacios seguros tienen la capacidad de ser progresivos
Es importante tratar el espacio seguro como un concepto y una práctica viva. Esto quiere decir que conforme cambia y evoluciona constantemente, también debe cuidarse, alimentarse, darle energía y amor para lograr lo primero.
¿Qué podemos hacer? Considero que todo lo que hacemos siempre será insuficiente para alguien más o para la sociedad, porque vivimos con múltiples problemáticas de las que sí es importante hacerse cargo, pero también estoy convencida de que vale la pena empezar en lo local, con pequeños pasos y que, conforme nosotras tomamos acción, las demás personas también deberán hacerlo, así como nuestras instituciones, sistema económico, convenciones culturales, etc.
El cultivo de espacios seguros y comunitarios para la expresión libre y abierta es y debería ser una prioridad política crítica entre las feministas, en especial al convivir con medios materiales e inmateriales, como el digital. Las estrategias y tácticas feministas digitales son muy valiosas para formar redes que cultivan la capacidad para organizarnos y crear vínculos sólidos en ambos medios, en la forma de solidaridades afectivas y políticas.
En la actualidad, las redes sociales son capaces de crear, a través de su condición de inmaterialidad como red, materialidades nuevas o reinterpretadas como expresiones de la sororidad; entendida como la solidaridad entre mujeres orientada a transformar nuestras consciencias por medio de espacios propios para pensar problemáticas y prácticas patriarcales aprendidas históricamente a través de la socialización (hooks, 1984: 47-48). La creación de vínculos y agendas entre mujeres responde a la idea de red como acción conectiva a la colectiva en la forma de comunidad.
Las feministas de la tercera ola, si bien se distanciaron de las interpretaciones más liberales de la sororidad, fueron aquellas que incorporaron la pluralidad y las diferencias en las narrativas personales, como la importancia de la interseccionalidad en lo virtual, escribiendo blogs, creando sitios web feministas y haciendo fanzines virtuales o en papel. A pesar de su enfoque en la política, la cuarta ola también está influenciada, así como también influye en la cultura pop, el marketing y las plataformas digitales, usándolas como herramientas del activismo feminista.
Como en muchas otras organizaciones, el Club de Té articuló lo inmaterial, Instagram, con lo material: tomar té como práctica creadora de identidad, conocimiento, relatos y activismo feminista, y como espacio seguro.
La inclusividad, el respeto, la comodidad, el cariño, la expresión, la risa, la conexión, la confianza, el crecimiento, el conocimiento, la sororidad, aunque pensemos que son prácticas y sentimientos que están dados, lamentablemente no, por esto mismo es que se ignoran y merecemos fomentarlos. Si eso significa tomarse el tiempo para construir y mantener un espacio seguro, entonces nadie debería negar ese derecho.
¿Qué significa para ti un espacio seguro?