Texto por Constanza Jorquera y fotografía por Carolina Cerda.
A fines de la década de 1960, en el camino hacia la segunda ola feminista, se creó The Feminist Art History Collective (por Rozsika Parker), donde las mujeres utilizaban la costura y el bordado como herramienta política. En 1971, en el Instituto de las Artes de California, Judy Chicago y Miriam Schapiro fundaron el primer programa de arte feminista.
Coser, bordar, tejer y otras prácticas han sido históricamente asociadas a un rol de género sistémicamente impuesto desde la antigüedad, entendidas como “labores del hogar”, relegadas por el patriarcado a lo doméstico, lo privado, lo inofensivo, irrelevante, tan cotidiano, delicado y “femenino”.
Hacer la revolución no es ofrecer un banquete, ni escribir una obra, ni pintar un cuadro o hacer un bordado, no puede ser tan elegante, tan pausada y fina, tan apacible, amable, cortés, moderada y magnánima. Una revolución es una insurrección, es un acto de violencia mediante el cual una clase derroca a otra.
Mao Zedong
Sin embargo, la reinterpretación de estas prácticas artísticas y su potencial como expresiones políticas, dan cuenta de su riqueza como plataformas de activismo y lucha feminista, y podemos encontrar muchísimos ejemplos en la historia. Desde esta otra vereda, se abre un espacio para la creatividad, expresión, el auto cuidado y la creación de vínculos con otras mujeres en espacios propios y seguros (es una idea que protagoniza la misión y visión de nuestro Club y se encuentra en nuestro manifiesto de noviembre de 2018).
Vamos aprendiendo a coser, bordar, tejer y muchos, el cual se transmite mayoritariamente de forma oral, de mujer a mujer, de generación a generación. Con la existencia revistas de manualidades y otras publicaciones “de mujeres”, este conocimiento ha podido masificarse y perfeccionarse, y hoy, además de nuestras madres y abuelas, se ofrecen múltiples talleres impartidos por mujeres a nivel local; porque gracias a todas esas mujeres en nuestra historia, se puede generar comunidad y sororidad, accesible para todas.
Mao y otros hombres están equivocados, escribir, pintar y bordar libera, moviliza y sí pueden ser prácticas revolucionarias bajo nuestras propias reglas y dinámicas organizativas. Usamos nuestras propias herramientas, antiguas y nuevas, para conocernos y transformar el mundo, una puntada a la vez.
Esta reflexión y el invierno, que nos invita a hacer actividades al interior y tomar té, nos llevó a realizar dos juntas de té llamadas "Crafty Day" en junio y agosto de 2019.
Algunas nos encontramos por primera vez frente a hilos de bordar y lana, otras enseñamos a las demás, mientras que varias trajeron sus bordados en proceso. Entre bastidores, hilos, té y pasteles, pudimos disfrutar un tiempo valioso con nosotras mismas y con otras mujeres, ese tiempo propio e íntimo (y subversivo), fuera de las rutinas de cada una, para crear piezas con significado y recuerdos compartidos. Fueron días tan lindos, que todas acordamos repetirlos y que se convirtieran en una actividad habitual del Club de Té, pero lamentablemente llegó la pandemia, así que nos reunimos de forma virtual.
De privado a público, personal a político, de “femenino” a feminista.