Texto por Constanza Jorquera e ilustración por Meiga Ilustradora.
El acto de rebelión más radical de hoy es volver a aprender a soñar y luchar por ese sueño ― Nadya Tolokonnikova, Read and Riot: A pussy riot guide to activism.
Muchas veces he contado la historia de cómo surgió el Club de Té e incluso está en este mismo sitio web y en un video muy hermoso que hizo mi amiga Masi (Anemone) para nuestras redes sociales, de modo que es prácticamente un discurso aprendido. Sin embargo, pocas veces puedo reflexionar con detención sobre este viaje y sus implicancias, pues el club forma parte de mi cotidianidad y la normalización de lo que hago todos los días provoca que este ejercicio reflexivo sea desafiante.
Hace un par de semanas, publiqué una historia en nuestra cuenta de Instagram pidiendo ideas para la celebración del cuarto aniversario del Club de Té y una de las amigas de la red, Cassie, me escribió con la mejor de todas y que generó en mi una explosión mental que es la base para escribir este post. Debido a que el Club de Té cumple cuatro años, es como si fuera una graduación y debíamos celebrarlo como tal.
Y todo tomó sentido. Cada vez que me preguntó en qué etapa de vida se encuentra el Club, solo se que ya no es inicial, está creciendo y que ha madurado, y precisamente esta idea de la graduación me hizo comprender que el Club se ha convertido en adulte. También recordé a Sorité que es la materialización de la organización y de mi propia persona, mis visiones y experiencias, y que podíamos retratarla en esa celebración junto a sus amigas donde cada una reflexiona sobre su propio proceso.
En el primer fanzine llamado “Self Love Edition”, publicado en noviembre de 2018 cuando se realizó el primer Sisterhood Workshop, Sorité era más niña y se encontraba sola, al menos eso pensaba. Su viaje convirtiéndose en feminista, encontrando amigas y amigues, y problematizando la realidad que le rodea también representa su crecimiento como ser y representa el viaje del Club desde una idea de una persona individual hasta convertirse en una organización feminista. Hace unos días de días vi "Sour Prom" de Olivia Rodrigo y junto con hacerme sentir anciana, me transportó a mi adolescencia y me mostró que mis sentimientos en ese entonces no son muy diferentes a los que tienen les adolescentes hoy respecto al amor, la amistad, la adultez y el mundo en general.
La puesta en escena era la típica de una high school estadounidense, con una banda, un campo de juegos, cheerleaders, una banda con guirnaldas y globos brillantes, y por supuesto Olivia con un vestido típico de los ochentas y noventas, propio de las chic flicks de la época y una referencia al álbum Life Through This de Hole. Literalmente, estaban representadas como cuatro generaciones al mismo tiempo, lo cual me pareció bastante fascinante. Por supuesto esta representación sería impensada en nuestro país (quizás en algún colegio mega cuico, quien sabe) pero esas fueron las imágenes con las que crecí, en esta mezcla bastante extraña entre cultura pop MTV, anime y alguna que otra "tribu urbana" (sí niñes, era adolescente cuando ese concepto se volvió moda), que conforme fui creciendo se fue articulando con el movimiento Riot Grrrl, Rookie Mag, el extraño mundo de Tumblr y blogs varios, y de alguna forma todo esto es parte del Club.
Por supuesto, la idea de una fiesta de graduación representada en la cultura popular es bastante pésima considerando que, desde una edad temprana, a las niñas se les enseña a soñar con sus fiestas de graduación casi como si fuese su fiesta de matrimonio, ya que es la instancia de verse lindas y bailar con su amor platónico bajo las estrellas, sumado a que siempre en las películas como She's All That y 10 Things I Hate About You, por citar algunos ejemplos, una narrativa de que la noche del "baile de graduación" era un momento para que las mujeres jóvenes perdieran su virginidad o incluso una oportunidad para la humillación sexual, todo en una lógica muy heterocispatriarcal. y eso que no me referiré a los orígenes profundamente sexistas, racistas y clasistas de estas fiestas en Estados Unidos a fines del siglo XX.
Me hizo pensar también que, debido a la pandemia, muchas personas se convirtieron en adultas en una especie de limbo donde es difícil cerrar y empezar ciclos, pues estamos en modo sobrevivencia y la percepción del tiempo y el espacio se transforman constantemente. Personalmente y al igual que el Club, nunca he parado de estudiar desde que entré a kínder y ha sido así toda mi vida, si bien puedo establecer hitos, la idea de “graduarme” no es algo con lo cual pueda identificarme demasiado.
Pensemos entonces en la idea de una fiesta de graduación feminista. Podemos vestirnos y expresarnos a través de la moda, estar en la fiesta soles o con amigues, bailando sin temor a ser juzgade. Pienso en Lady Bird donde la diseñadora de vestuario April Napier, tomó como referencia al movimiento Riot Grrrl y Kathleen Hanna de Bikini Kill y la película Pretty in Pink, en la que Molly Ringwald es prácticamente una heroína feminista mientras usaba un vestido rosado.para imaginar lo que podría usar la protagonista adolescente interpretada por Saoirse Ronan. Sí, puede considerarse como un "rito de iniciación" para les adolescentes que llegan a la edad adulta, pero puede ser una buena instancia para romper con las convenciones sociales de la feminidad y la masculinidad normativa, y pasarlo bien, no como una experiencia sobrevalorada que genera más presión que alegría.
Pensemos en Sorité como Olivia Rodrigo versión coneja. Su música y estética están fuertemente influenciados en la cultura pop (estadounidense), lo cual también forma parte de la narrativa y estética del Club de Té. En el viaje de Sorité, que representa a toda la comunidad del Club, vemos que se vincula con más amigas y amigues cuyas experiencias muestran no solamente las intersecciones del feminismo sino que han ayudado a Sorité a conocerse mejor a sí misma y el mundo que la rodea, mientras disfruta de las cosas que le hacen feliz.
Sorité ama viajar, la cultura pop, el movimiento Riot Grrrl, hacer fanzines, usar vestidos, organizar cosas y tiene muchos sentimientos. Tenía grandes proyectos, estaba creciendo y tuvo que hacerse adulta encerrada, cuidando a su abuela y su hermana pequeña Sora, pero pese a las dificultades sigue creando y haciendo lo posible por ser fiel a sí misma y ser feliz. Así ha sido para el Club, pues inaugurando la exposición Phenomenal Woman, realizando un segundo Encuentro por la Autogestión mucho más grande que el primero y con muchas ideas, llegó la pandemia vino una confusión y soledad particular.
En ese momento dije “estoy sola, qué hago con esto, cómo voy a seguir, qué va a pasar con los proyectos”. Me puse a trabajar como loca para no abrumarme por la nueva realidad del encierro y salieron las clases por Instagram Live, más talleres (gracias universidad por darme Zoom ilimitado), el podcast, el club de cine, actividades temáticas y proyectos de ilustración, y empezó a “llegar” (virtualmente) muchísima gente de Chile y otros países. Podía estar sola en mi espacio material, pero comencé a sentirme más acompañada que en toda mi vida y el Club efectivamente se consolidó bajo la idea de red que tanto soñé.
En estos cuatro años de vida del Club de Té he conocido muchas personas que de otra forma no hubiese conocido, particularmente en este último año. Algunas han pasado por mi vida, otras se han quedado y más se van sumando conforme la comunidad alrededor del Club crece. Al igual que Sorité en los primeros fanzines, mi entorno es bastante acotado donde las personas tienden a ser bastante similares, y gracias a todos los proyectos y actividades he podido aprender enormemente de personas maravillosas, de modo que me siento muy afortunada.
En la figura de Sorité, la graduación y su celebración da cuenta de una madurez y nuevos desafíos para el Club de Té. Por supuesto, continúa siendo una organización pequeña, luchando por sobrevivir en medio de la pandemia y con un cansancio considerable que se siente física, mental y emocionalmente, pero más personas lo conocen y se involucran en los proyectos y actividades, existe una identidad y una narrativa identificable, y un espacio seguro que habitamos día a día.
Es imposible no recordar las primeras juntas de té y los picnics; toda la comida rica y las decoraciones; el primer Sisterhood Workshop lleno de gente; estar con Pame dibujando, recortando, doblando y armando el primer fanzine, el primer taller en Von Refugio donde comimos sushi y nos quedábamos hasta tarde limpiando; reunirnos todas las semanas en Porta y luego en Mirlo para tomar once juntas mientras impartía los talleres y caminar juntas al metro; los viajes a Meiggs cargadísima con los implementos para las actividades y talleres; el estallido social del 18 de octubre de 2019 que nos encontró en pleno taller; los encuentros por la autogestión, Dani cantando y tocando la guitarra, montar la exposición de ilustración que hoy sigue creciendo; amigas ayudando dedicando su tiempo para que todo estuviese lindo para las actividades; las marchas del 8M con carteles rosados; crear nuestros propios tecitos y tantas otras experiencias que no solamente forman parte de la historia del Club sino que de mi propia historia.
El colegio y la universidad se tratan de procesos de transición y crecimiento únicos en nuestras vidas que dejarán una huella para siempre y posteriormente viene algo así como “the real deal” de asumir todas las responsabilidades de existir fuera de diferentes tipos de burbuja propias de la “cima de la juventud”. Ciertamente, el Club posee y conlleva muchas responsabilidades y conforme se ha consolidado como una plataforma (aunque pequeña y local) existe más consciencia respecto al contenido que se produce y publica, y las dinámicas de los espacios.
Por supuesto seguirá siendo pastel, con personajes tiernos, pero ese posicionamiento rebelde y provocativo de lo rosado y “girly” de los inicios para criticar la idea de que “lo femenino” (mas bien, su construcción) significa “antifeminista”, banal, vacío y estúpido, ha derivado en disfrutar el quehacer del Club, sabiendo que el mensaje real sí es feminista por sobre “femenino”, donde ambas esferas no son rivales sino que muestran lo maravilloso de ser feminista: reconocer y promover que todas las existencias son válidas y la necesidad de avanzar hacia la inclusión y la interseccionalidad.
Esta madurez también pasa por manejar mejor mis sentimientos y si bien seguiré teniendo meltdowns porque soy cáncer, ahora no me afecta tanto cuando personas menosprecian el trabajo, porque la mejor forma de responder a la negatividad es hacer al Club, esta “casita” imaginaria que es para todes, más sólido, fuerte, hermoso y luminoso, recordando aquellas experiencias que nos marcaron y con un poquito de esperanza de lo que se puede lograr en el futuro. He recibido tanto amor en múltiples formas y he dado tanto de mi también, que cuando he recibido reproches de lo importante que es para mi el Club de Té en su momento me dolió pero después lo tomé con orgullo, porque es mi espacio seguro, donde están mis amigas y amigues, donde practico mis rituales, donde puedo aprender y enseñar lo que me apasiona, donde puedo ser yo misma y crear infinitamente, donde puedo habitar y crecer.
Podría llenar páginas con agradecimientos a cada persona que ha formado parte de este viaje, pero especialmente quiero agradecer a Pame por ser mi mejor amiga y formar parte de esto, permitiéndome soñar a través de los libros; a Cata por dar vida al podcast y pasar horas hablando de K-Pop; a Marta por su dedicación y paciencia haciendo cada afiche, gráfica y diploma; a nuestro grupo de las Soas que confiaron en mi para enseñar y reencontrarme con Sailor Moon; a Coni por crear a través de la pastelería, a cada editorial y emprendimiento que ha creado en el proyecto, particularmente a Esteban de Tecito Elefanté; a Hal Fiestas de Moshi Moshi Club por las increíbles fiestas virtuales que espero que se sean presenciales algún día; a todaaaaaaas las ilustradoras que me apoyan cada día para que mis locas ideas se hagan realidad, especialmente a Cam, Vale Frufrú, Masi, Catitas, Javis, Conis, Caro, Vinka, Mabel, Jopii, Macka, Nacha, a todas las personas que han participado como invitadas a nuestras actividades sin pedir nada a cambio y tanto nos han enseñado e inspirado, a cada persona que ha tomado los talleres y formado parte de las actividades.
Estoy segura de que si celebráramos el aniversario del Club de Té sería una gran fiesta llena de gente, mucha comida, decoraciones brillantes. No creo que Sorité hubiese sido la Prom Queen, probablemente habría organizado una fiesta alternativa con una banda tributo a Bikini Kill como en la película Moxie y habría dado un discurso tipo Cady Heron en Mean Girls repartiendo pedazos de coronas de plástico a sus amigues. Quiero creer que el próximo año podremos abrazarnos y celebrar como antes, con vestidos fabulosos, comida, bailando al ritmo del opening de Sailor Moon y K-pop girl groups.
Como dijo Emma Goldman, "Si no puedo bailar, no quiero ser parte de tu revolución".