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Crecer con Studio Ghibli Day

Ilustración y texto por TopoPanda.

Es difícil, por no decir imposible, encontrar en las películas animadas para toda la familia algún tipo de referente abiertamente LGBTIQA+ antes de la llegada de Shrek 2 en 2004. Sin embargo, eso no quiere decir que no hubiera narrativas y personajes que, en secreto, por debajo y, a veces, sin siquiera buscarlo, lograban llegar y conectar con ese público tan falto de representación.
Algunos personajes icónicos, con una muy explícita codificación cuir, son los villanos del renacimiento de Disney, pero en este breve texto inspirado por el Studio Ghibli Day y el Mes del Orgullo, me gustaría centrarme en las narrativas de las películas de ese estudio.
Yo nací a fines de los 90's y crecí viendo Disney. Más allá de lo problemático de sus películas, esas historias me marcaron y fueron piezas fundamentales en mi formación como persona. Por suerte, también tuve más referentes que me ayudaron a contrastar lo que veía ahí y a imaginar mundos en los que no necesariamente hubiese príncipes, héroes y princesas. Pero había algo que no era cuestionado en ninguna de todas las historias que yo veía: siempre aparecían hombres y mujeres, siempre había un romance entre una mujer y un hombre.
El animé llegó más tarde a mi vida, durante los 2000. De la mano de Inuyasha, Magical Doremi, Ranma 1/2 y Full Metal Alchemist conocí otras formas de hacer historias y pude ver cosas que no se veían (o se veían muy poco) en Disney: mujeres mecánicas, heroínas, grupos de amigas y, lo mejor de todo, alguien que, siendo un hombre, también podía ser una mujer. Pero seguía habiendo algo que no se cuestionaba, la base de todo, "la naturaleza". Existen los hombres y las mujeres, y deben estar juntes.
En 2003 yo tenía siete años y El viaje de Chihiro ganó el Premio Oscar a Mejor Película. Uno o dos años después, una persona, no recuerdo quien, me la mostró y así vi, por primera vez en mi vida, una historia protagonizada por una mujer que no terminaba con ella en una muy explícita relación heterosexual. Por mucho que me (y nos) guste shippear a Chihiro con Haku, lo que viven estos personajes puede ser perfectamente una amistad, y no un interés romántico. Así, Studio Ghibli se fue convirtiendo en un espacio imaginativo en donde las cosas podían ser, aunque fuera solo un poco, distintas a lo que eran en la mayoría de los medios. Las mujeres podían protagonizar una película sin que su historia girara alrededor de un hombre y, si había uno, la dinámica entre elles era diferente.
El final feliz no radicaba en la vida en pareja, si existía un final feliz (que yo creo es algo que Ghibli igual pone en duda) estaba más bien en la resolución de conflictos personales. Por primera vez en mi vida estaba viendo películas donde las protagonistas eran niñas, donde hablaban de la relación con otras especies, con la naturaleza y con la magia, todo visto desde una perspectiva distinta.
No creo que haya referentes abiertamente cuir en las películas animadas para toda la familia anteriores a Shrek 2, pero sí hay narrativas en las películas de Ghibli que, en algún momento, fueron referentes para las personas cuir que crecimos borrades de las historias que nos contaban. Porque cuando no tenemos ningún referente abiertamente lgbtiqa+, cualquier narrativa que cuestione aunque sea un poco la norma, se convierte en un espacio imaginativo en el que podemos explorarnos sin miedo a no ser capaces de encontrar ese final feliz que solo llegaba de la mano de una relación heterosexual.
Por eso, cuando vi la convocatoria dEL Club de Té, quise dibujar algo ligado a Studio Ghibli, pero a la vez fuera de la estética que elles proponen.
Porque, si hay algo que aprendí de la mano de este estudio, es que las identidades tienen muchas formas de expresarse y construirse, las relaciones de pareja no siempre son necesarias y, en caso de que existan, no siempre son parte de la historia que queremos contar. A veces quedan por fuera, y a veces se ven distintas a lo que conocíamos.