Texto por Constanza Jorquera e ilustración por Javiera Quimera.
Es la primera vez que me animo a escribir en y sobre un ocho de marzo, donde se conmemora el Día Internacional de la Mujer. Existen muchas razones, pero las principales es que estoy muy ocupada siempre y por temor, porque hay tanto que decir y siento que no lo haré bien.
El llamado "8M" comenzó a ser importante para mi hace unos cinco años cuando el feminismo llegó a mi vida a remover todo y darme una nueva oportunidad para seguirla de una forma completamente diferente. Nunca he sido de marchar y eso me avergonzaba en la universidad, pues es algo que les estudiantes hacen y especialmente estudiando una carrera "política", el juicio social era importante. No podía y aún no puedo, porque el miedo me paraliza y me da una ansiedad enorme pensar en no poder respirar por los gases lacrimógenos, ser la peor corredora del mundo y sentirme perseguida con el terror de ser detenida por los pacos...mientras más los veo, más les temo.
Aún no puedo marchar, excepto en las marchas feministas. Recuerdo que empecé tímidamente para una convocatoria del "Ni Una Menos" con una cartulina rosada (siempre uso rosadas), sola, parada en la vereda en Universidad Católica y avanzando cautelosamente en los extremos de la calle, por si algo pasaba y debía huir, pero me sentía libre rodeada de personas igual que yo que sin saberlo me protegían y me daban seguridad, incluso a veces me encontraba con conocidas y todo mejoraba.
Unas cuadras, luego un par de estaciones de metro y luego vino juntarme con un par de personas para ir juntas. Hasta que llegó el 2019 y el Club de Té ya existía, así que por fin iba a poder marchar con un grupo más grande sin miedo.
Hice un fanzine y con Pame los doblamos (ella es experta en eso), llevé muchos pliegos de cartulina rosada y plumones que había comprado especialmente, y nos reunimos en un café. Llegamos muchas y se dio una sinergia mágica de cuidarnos y acompañarnos en un día tan importante, porque para muchas era su primera marcha y también sentían nerviosismo, pero nadie juzgaba y estábamos felices, la gente se nos acercaba, algunas personas tomaban fotos de esta columna rosada que marchaba y es uno de los recuerdos más bonitos que llevo en mi corazón.
El 2020 ya la palabra "pandemia" rondaba nuestras cabezas, pero el mayor temor era la violencia policial después del trauma que ha significado para todes las sistémicas violaciones a los derechos humanos desde el 18 de octubre de 2019. Quise que fuera en grande y articulamos con dos organizaciones a las que pertenezco, la Red de Politólogas y el Grupo de Mujeres del Foro de Política Exterior.
Hicimos lienzos, llevé tantos pliegos de cartulina que apenas me las podía y una mochila digna de Dora la Exploradora con todos los elementos para protegernos de gases tóxicos y para huir en caso de peligro, porque habíamos preparado un mapa de seguridad con protocolo incluido, grupos secretos de WhatsApp y un video maravilloso con mi amiga Masiel. Tomamos desayuno, llenamos el mismo café y sus alrededores haciendo nuestros carteles en todos los rincones, y mi corazón explotaba de felicidad porque era hermoso ver este gran grupo diverso de mujeres reunidas...fue la última vez que vi a la mayoría de mis amigas y colegas.
Ese día marchamos más de dos millones de mujeres por la Alameda y nunca había visto a tantas personas en mi vida. Mamá leona verificando que todas estuvieran cerca y bien, turnándonos para llevar el lienzo, incluso se nos acercó una periodista a entrevistarnos y salimos en las noticias del almuerzo. Nos fuimos separando en grupos y era increíble caminar por el centro de Santiago entre mujeres y sin hombres alrededor, de verdad fue la mejor sensación del mundo y quiero experimentarla otra vez.
Vino la pandemia y cambió completamente nuestras vidas. Todo se volvió virtual, pero nos volvimos mucho más cercanas y realmente no podría vivir sin estas redes maravillosas que me sostienen día a día, especialmente viviendo en un país donde cada día es como si te dieran un golpe en el estómago y la desolación por tanta injusticia y abusos hacen difícil levantarse en esta ya casi "rutinaria" realidad. Agradezco todos los días por las mujeres en mi vida y por contar con una plataforma para movilizarme de forma libre y creativa, encontrando personas que se van uniendo bajo los mismos principios y objetivos.
Pasó un año y había que enfrentarse a la decisión de marchar o no. Sentía la presión, pues varias personas acudían a las redes sociales del Club buscando esa compañía para hacerlo y la culpa me invadió, regresó mi yo avergonzada de la universidad, porque como mujeres, la culpa y el síndrome de la impostora está profundamente normalizado, pues somos socializadas como aquellas encargadas de cuidar a otras personas, de sacrificarnos y cumplir con las expectativas del entorno y si a eso le sumamos sentir que llevar un sticker gigante de "feminista" en la frente, esto se multiplica.
Recordé a Roxane Gay y su libro "Bad Feminist", porque cada cierto tiempo me cuestiono si soy una "buena feminista", sabiendo de antemano que no existe tal cosa y que el pony moral del pseudo activismo en redes sociales, donde todo parece una cacería de brujas y una Inquisición, se encargará de hacernos sentir mal y no "lo suficientemente feminista" de todos modos.
En las páginas del libro reflexiona:
Se supone que mi éxito, tal como es, es suficiente si soy una buena feminista. No es suficiente. Ni siquiera está cerca.
Quizás soy una mala feminista, pero estoy profundamente comprometida con los temas importantes para el movimiento feminista. Tengo fuertes opiniones sobre la misoginia, el sexismo institucional que constantemente coloca a las mujeres en desventaja, la desigualdad salarial, el culto a la belleza y la delgadez, los repetidos ataques a la libertad reproductiva, la violencia contra la mujer, etc. Estoy tan comprometida a luchar ferozmente por la igualdad como a romper la noción de que existe un feminismo esencial.
En algún momento, se me ocurrió que una feminista era un cierto tipo de mujer. Me compré los mitos tremendamente inexactos sobre quiénes son las feministas: militantes, perfectas en su política y en su persona, que odian a los hombres, sin sentido del humor. No estoy orgullosa de esto. Ya no quiero creer en estos mitos.
Hablé del tema en nuestro grupo y, nuevamente, la contención me hizo sentir mejor y aceptar que este año no me siento capacitada para marchar y asumir esa responsabilidad tan grande de coordinar un grupo numeroso. Sí, tengo miedo de contagiarme de COVID y contagiar a quienes me rodean; tengo miedo de que mis amigas y yo no podamos volver normalmente a casa porque vivimos lejos; tengo miedo por la violencia de grupos de odio que siempre aparecen en estas manifestaciones y tengo miedo de la locura asesina de la policía, tengo miedo por nosotras. Toda esta discusión llevó a un comunicado que escribimos con Cata y, aunque es inevitable sentirme aún un poco cobarde y culpable todavía, reconocer estos sentimientos y expresarlos con personas de confianza me ha ayudado a no ser tan dura conmigo misma, a abrazarme y contenerme, a sentirme orgullosa por movilizarme todos los días del año con pequeñas acciones para muches, pero en las que creo profundamente y dedico gran esfuerzo.
Buscando información para este post (porque tengo academizar todo y compartir datos, pero esta vez decidí no hacerlo), encontré este texto en Medium llamado "Tu activismo online es válido" y fue como encontrar una respuesta a todo lo que estaba pensando. Hemos abordado ampliamente la importancia de todas las formas de movilización política y el énfasis en la construcción de comunidades.
Hay personas con ansiedad social, otras que no pueden permitirse el tiempo o no tienen las condiciones para participar en el activismo tradicional en las calles y muchas activistas encuentran más seguro expresarse en línea o lo hacen mejor a través del arte. El activismo digital promueve un enfoque interactivo, donde diversos grupos de personas pueden participar en diversas instancias y conectarse entre sí. Permite que se produzcan discusiones feministas más amplias, superando las limitaciones espaciales y redefiniendo cómo pueden ser el activismo y los movimientos sociales, pues las redes sociales permiten que las voces históricamente marginadas sean escuchadas en el discurso público y siempre he resaltado lo agradecida que estoy del Club de Té por brindarme la oportunidad de conocer a mujeres increíbles que, particularmente desde la ilustración, comunican discursos poderosos y con las cuales he desarrollado una faceta creativa que es muy motivante.
Avergonzar o hacer sentir mal a las personas que no están haciendo “lo suficiente” es extremadamente violento y va en contra de la liberación y resistencia que como feministas defendemos. Esperar que todes salgan a las calles a protestar es arbitrario e incluso puede disuadir a la gente de expresarse en su propio lenguaje, de modo que debemos reconocer y comprender que la “digitalidad” no erosiona la realidad de la política, por el contrario, nos fortalece y decir "todos los activismos son reales y válidos".
Por eso quise escribir este post, en el caso de que alguna persona que se sienta similar llegue a nuestra página y sienta validada su experiencia y sus sentimientos. Si llegaste aquí, quiero decir que estás haciendo “lo suficiente”, continúa, pues independientemente de cómo elijas movilizarte, estás trabajando duro para lograr un cambio significativo porque te preocupa y quieres un mundo mejor para todes.
El mayor regalo que este 8M me ha dado es ser más compasiva conmigo misma, asumir que el ideal sobre ser una "buena activista feminista" es un constructo que yo misma armé en mi cabeza, donde debo ser valiente, salir de mi zona de confort y sin miedo, porque considerarme "activista" me da demasiado pudor y la mayoría del tiempo me siento "no lo suficientemente digna" de reconocerme como tal. Si nunca he creído en las "credenciales" que validan el activismo en las personas y, es más, me desagradan profundamente, ¿por qué caer en lo mismo?
Me han dicho muchas veces que está mal sentir miedo, que soy "demasiado sensible" y se que no soy la única. Ha sido precisamente el feminismo, con todas las contradicciones con las que vivo día a día, el que me ha hecho a aprender enormemente sobre mi misma y atreverme a pararme en la vereda con una cartulina rosada y seguir con este club adelante. Por supuesto hay días buenos y otros malos, donde somos más intransigentes con nosotres mismes que cualquier otra persona, y está bien, porque estamos juntas.