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Gracias por hacerme feminista

08 de marzo de 2023 - 08:30 pm

Acabo de llegar a mi casa con jaqueca y dolor de pies tras una largo e intenso Día Internacional de la Mujer que coincidió con el comienzo del primer semestre. Al mediodía participé en el Conversatorio de Política Exterior Feminista junto a mujeres poderosísimas, corrí a mi primera clase del semestre al centro y al terminar fui al Palacio Pereira para el lanzamiento de nuestra Exposición Phenomenal Woman: Mujeres fenomenales que marcan nuestra historia, donde me encontré con amigas, amigues y de la comunidad del Club de Té que fueron a apoyarme.
Quiero y necesito descansar, pero el fuego no se apaga.
Cuando siento emociones muy fuertes, la mejor forma de describirlo es como una bola de fuego que se genera en mi estómago, crece y viaja hasta mi cabeza, haciendo pulsar mis sienes y que tarda en desaparecer. Eso es ser feminista, sentir ese fuego constante de alegría, euforia, amor y rabia.
Pensé en escribir una carta hacia todas las mujeres que amo y admiro, pero son muchas y ya es muy tarde; luego una declaración, después un ensayo, pero mi cuerpo no me acompaña para una reflexión más política y solo puedo dejar que fluyan las palabras mientras presiono teclas.
Estoy segura de que cuando nos preguntamos “¿por qué somos feministas?” la figura del fuego aparece de una forma u otra.
Hoy desperté temprano sin alarma, probablemente porque mi cuerpo ansioso quería empezar a funcionar para el arduo día que venía. Me contaron que mi Carta al Director en El Mercurio donde escribí sobre el fenómeno del “acantilado de cristal” en nuestra política exterior había sido publicada. Fue la primera vez que me atreví a hacerlo y fue como lanzarme al fuego en un momento donde la caza de brujas parece bastante presente. También publicaron la Declaración que escribí y en la que trabajé mucho para el Grupo de Mujeres del Foro de Política Exterior.
Empecé a recibir imágenes con saludos del Día Internacional de la Mujer por parte de las mujeres de mi familia. Como feministas, siempre decimos que no es un día feliz, porque su origen proviene precisamente del fuego y la muerte de mujeres trabajadoras en una fábrica en Nueva York.
Sin embargo, pienso que es su forma de expresar su orgullo y poder conquistado a través de la vida, de expresar amor, admiración y apoyo, y al reflexionar sobre el mundo tremendamente hostil y violento en el que vivimos, me parece válido sentir felicidad, por estar vivas, tenernos la una a la otra y estar juntas.
Cuando pienso en las mujeres de mi familia pienso en fuego. Puede que para ellas la palabra “feminista” es incómoda, extrema, quizás incomprensible, pero ellas fueron mis primeras referentes feministas y se los agradeceré por siempre, porque son las semillas de mi Genealogía Feminista.
Ellas saben que yo soy esa rama chueca de la familia, la feminista de izquierda que tiene tatuajes, que es activa en la esfera pública, que se negó a casarse y ser madre, pero somos venimos de la misma raíz, del mismo árbol de mujeres que luchado contra todos los obstáculos, que se han lanzado al fuego por sus familias, que quizás se quemaron a sí mismas en muchas ocasiones por defender lo que amaban.
Le respondí a una de mis tías: “Siempre le digo a todo el mundo que una de las grandes razones por las que soy feminista es porque tuve el regalo de crecer con mujeres maravillosas en mi familia como usted”. Ellas crearon en mí ese fuego que tiene un nombre, feminismo, y puede dar temor, pero somos ese mismo fuego.
Mi abuelita era Leo, la persona más fiel a su signo de este mundo y el fuego en ella era demasiado evidente, quizás demasiado, capaz de quemarme y quemarse ella misma muchas veces. Su fuego era natural, pero se convertía en incendio a partir del dolor y querer sobrevivir.
Cuando su fuego la quemó completamente y empezó a apagarse, me di cuenta que no merecía estar en este mundo sin arder y que era su momento de partir, de extinguirse. Me formó para que yo tuviera mi propio fuego, pero cuando estaba enferma pensaba y le decía que ambas nos estábamos apagando, que su hoguera moribunda apenas se mantenía con la poca energía que yo tenía.
Ella sabía que yo era rebelde y distinta, a ella y lo que conocía, no sabía que iba a marchar cada Día Internacional de la Mujer y que soy activamente feminista, se hubiese preocupado demasiado, no quería que el mundo me dañara y me quemara. Cómo iba a explicarle que marchar con miles de mujeres es tan poderoso, que soy capaz de caminar y pasar a través del fuego sin quemarme, que se genera una energía y magia indescriptibles, porque solo por esas horas todas somos libres y nadie puede vencernos.
Cuando desperté y al verla me di cuenta de que estaba muerta, tomé su mano, lloré y me fui a duchar con agua fría en pleno agosto a las siete de la mañana, porque esa bolsa de fuego no podía incendiarme en ese momento.
Hablábamos de vez en cuando de la muerte y me decía que quería ser cremada y que lanzaran sus cenizas a un jardín con muchas flores para sentirse libre. Yo también quiero lo mismo y, si bien me fue imposible cumplir ese deseo, cada vez que veo jardines pienso en ella y, quien sabe, quizás algún día ambas seamos cenizas en un jardín de flores.
Cada vez que pensaba en la posibilidad que ella no estuviera en este mundo conmigo sentía esa angustia envuelta en fuego, ese temor de que no iba a poder vivir sin ella. Mis amigas (y mi mejor amigo), mis tías y la comunidad del Club de Té fueron mi fuego durante todo este proceso, me dieron calorcito, me alimentaron y no dejaron que me apagara jamás y sigo aquí gracias a eso.
Me recordaron y me recuerdan todos los días que debo trabajar todos los días para que ese fuego en mi se mantenga vivo, pero también a controlarlo cuando siento que se escapa o va a incendiarme. Espero que sientan que también puedo ser ese calorcito para ellas.
Por mis ancestras a quienes no conocí y las que pasaron por mi vida. La matriarca que fue mi bisabuela y que crió a seis hijos. Mis tías que han sido mis madres, mi tía Aries, fuego, mi segunda madre, mi prima Leo, fuego, la hermana mayor con quien me crié, que iluminaron mi vida y me amaron, que lucharon hasta el final y se apagaron demasiado pronto.
Por ellas soy feminista.
Por mi abuelita, en este primer Día Internacional de la Mujer sin ella, que se lanzó y caminó a través del fuego por mí, que me amó más que a ella misma, cuyo fuego tardaré un tiempo para comprender.
Por ella soy feminista.
Ver a mis amigas es como ver un espectáculo de fuegos artificiales, como un Nakhwa Nori (낙화놀이), que tiene el doble significado de flores que caen y llamas que caen en un juego, y es un festival tradicional coreano donde se lanzan bolsas de papel con carbón que se obtiene mezclando sal con polvo de morera quemada al cielo las orillas del río, y las llamas parecen volar sobre él. El efecto es impresionante y hermoso, tal como me siento al ver todo lo que han logrado, su trabajo duro, talento y bondad, porque se que ese fuego en ellas las llevará muy lejos.
Mis ancestras lo empezaron y mis amigas lo completaron. Por ellas soy feminista.
Por mis estudiantes a quienes veo tan convencidas y convencides, ocupando espacios y luchando por alcanzar sus sueños, ese fuego en sus ojos que veo cuando aprenden y expresan sus opiniones. Es muy hermoso cuando se me acercan o me escriben diciéndome que les he inspirado en sus proyectos profesionales, que quieran dedicarse a la academia o áreas que donde sólo conocían a hombres. En la primera clase de hoy, mis estudiantes me comentaron que la mía fue su segunda clase en la universidad, leímos un artículo de prensa llamado Heroínas de América, les pedí que reflexionaran sobre la relación entre su contenido y las relaciones internacionales, y sus respuestas fueron muy genuinas y valiosas. También me puso muy contenta ver a un grupo de mis estudiantes visitando la exposición de ilustración.
Por ellas y elles soy feminista.
Por las niñas de mi familia que merecen un mundo mejor que les permita ser libres y si bien no nos vemos muy seguido y probablemente me ven como esa mujer que danza como bruja en el fuego, provenimos de la misma hoguera que desde nuestras ancestras se mantiene encendida. Quiero que sepan que siempre pienso en ellas.
Por ellas soy feminista.
Por las mujeres y niñas que encuentran al Club de Té y aprenden algo nuevo, las que deciden quedarse a formar comunidad y red de apoyo, compartiendo sus talentos, experiencias, dando su tiempo y su confianza, con quienes hemos creado una amistad preciosa y forman parte de mi vida. Quizás no lo saben, pero cuando las veo y las escucho, mantienen viva esa llamita para que el proyecto continúe ardiendo y brillando.
Por ellas soy feminista.
Por mi misma, que tantas personas, traumas, quisieron, estuvieron a punto de apagar y no lo lograron, por no incendiarme ni extinguirme todavía.
Por mí soy feminista.